lunes, 15 de noviembre de 2010

Maravilloso amor

Cuando acabó mi romance con la luna -una luna prostituta que se dejaba seducir por todos los poetas del mundo y hasta por los perros que le ladraban cuando estaban enamorados y las perras estaban en su climaterio- ingenuamente me enamoré de la torre de Pisa. Ingenuo porque siempre creí que ella se inclinaba para hablarme al oído, pero en realidad sufría de lumbalgia, mal poco común en las torres de Pisa; que por cierto también escasean.

El hecho de descubrir que la torre no se inclinaba para mí, provocó una terrible desequilibrio a mi autoestima, algo que logré superar luego de mucho tiempo, cuando conocí a Babel; una torre que prometió llevarme al cielo y que luego de mucho subirla y subirla me di cuenta que no me llevaría ni siquiera al infierno, ya que el presupuesto de los arquitectos no había alcanzado para tantos escalones y por lo tanto había que seguir trepando por las paredes, hecho que me resultó bastante absurdo. Fue entonces cuando decidí abandonar mi búsqueda del amor irracional y me quedé en casa, dispuesto a ser poeta y escribir poesías para publicar en Internet y ganar reconocimientos y todas esas tonterías.
Precisamente ahora, estoy sentado frente a la pc, que curiosamente me mira con mucha ternura y la ternura... ¿saben?, siempre me pudo; así que…

21:23...el hambre habla por mí...