domingo, 26 de mayo de 2013

Ella incinera su cuerpo al sol mientras disimula un libro de Sartre, a modo de almohada, bajo sus cabellos rubiosSus talones reposan hundidos en la arena caliente. Espera, no desespera, no aduce angustia verbal ni incontinencia de pasos inquietos. Ella yace sobre su estera de juncos.

Tantos días de sol en la solitaria playa, han pintado su  vanidad, tanto que la negrura de su piel se ha vuelto morada con su muerte.