domingo, 23 de octubre de 2011

Deslizaba suavemente su cuerpo, como deliciosa bailarina que fue en su Rusia natal. Las puntas de sus pies acariciaban el piso, al unísono con las notas de su corazón. Un paso de coté hacia la derecha y un salto en l’aire hasta caer como pluma. Para alcanzar su más deseado final, debía ser la más precisa coreografía de su vida.
La música en su corazón sonaba cada vez más rápido. Su agitada respiración confundía su mente. No debía equivocarse; podía caer y eso terminaría de por vida con su carrera.
Un nuevo assemblé dobló sus rodillas. El pánico se apoderó de sus ojos.
Mientras caía estrepitosamente, su boca emitió un angustiante ¡Oh Dios!
Los soldados aliados, reconocieron su cuerpo por una zapatilla de bailarina que no se desprendió de su pie mutilado. No pudo escapar. Las minas explosivas abandonadas en los campos, luego de la guerra, sumaban otra víctima inocente.