Las hojitas de afeitar caían como sables sobre los rostros; los brazos en cruz, inertes, indefensos, no alcanzaban a defenderse de ellas; los niños fanatizados azuzaban la batalla con sus alaridos y chillidos.
Cayeron destrozados, mezclados con la nube de tierra levantada por el viento aquel seco día de verano.
El recuento final fue: seis barriletes con daños irreversibles en sus rostros y tajos varios en sus brazos de caña; dos con la cola y el hilo cortado; sólo uno sobrevivió ileso a la batalla, escapando del lugar con la cola entre las cañas.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario