viernes, 25 de septiembre de 2009

Ingenua fábula con dos finales y sin moraleja

Justo antes de la medianoche, la ranita trepó la casa hasta la habitación de su amada y se adhirió al vidrio mojado de su ventana; ella lo observó y corrió la cortina justo a las doce campanadas. No se rompió el hechizo. Se dejó caer y se fue con la lluvia.

Justo antes de la medianoche, la ranita trepó la casa hasta la habitación de su amada y se adhirió al vidrio mojado de su ventana; ella lo observó y abrió los postigos; lo besó justo a las doce campanadas. Se rompió el hechizo. Desde entonces son dos ranas felices bajo las lluvias.

6 comentarios:

  1. por que no una princesa? le tengo miedo a los sapos-no besaria un sapo¡- la moraleja? el amor es ciego.

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  2. Los sapos también nos tienen miedo. Ésta es una ranita macho; la amada nunca sería una princesa, porque las princesas no se enamoran de ranitas.
    Gracias por la moraleja, es válida. Un beso.

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  3. No te quedes contemplando el fin, lucha por un nuevo comienzo!

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  4. No se puede recomenzar una vieja historia, habrá que inventarse otra.

    Un besito mi querida Chiqui.

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  5. En ese caso cambiemos de piel, escribamos la historia en la eternidad del camino.
    No debe ser tan malo atreverse a soñar de nuevo...
    Besos y mil abrazos,
    Chiqui.-

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  6. No es malo soñar, malo es despertar y ver que el sueño se esfumó; además siempre mis sueños fueron utópicos.

    Besos querida amiga.
    Daniel

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