domingo, 26 de julio de 2009

Mala reputación


Frío y lluvioso día; en la penumbra de mi cerebro trataba de hablar con mi soledad pero la muy puta apenas me respondía, ella quería estar sola; decía que mi compañía destruía su esencia, bloqueaba su inspiración suicida. Le recomendé leer los poemas de un tal ciprés, que seguramente obtendría un resultado más inmediato que pretendiendo contener la respiración por largo tiempo; en algún momento el aire saldría disparado en forma de gases y eso sería insoportable; tanta podredumbre acumulada, vetusta y abyecta.

Mirándome de reojo, sonrió socarronamente como diciendo: ¡Que decís imbécil! ¡Ese tal ciprés no existe, es solamente una visión extemporánea y ordinaria de un poeta; que él se pudra en sus míseras soledades, yo quiero morir más dignamente!

Miré la lluvia que chorreaba cristales y escribí en la humedad condensada en su interior:

-Me cago en ese ciprés, no sirve ni para matar a mi soledad-

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