sábado, 25 de julio de 2009

El viejo edificio de la calle 22


Era mi última bocanada de vida que esa mañana aspiraba; ella había decidido marcharse temprano, apenas despuntaba el primer eructo del desayuno: café con leche y tostadas con mermelada de naranjas; su preferida.

Del perchero de la entrada a mi departamento, en el piso cuarto del viejo edificio de la calle 22, tomó su saco gris que colgaba al lado de mi gato que hace años permanece también colgado del collar azul y que con mirada vidriosa la observaba sin decir nada; sólo sonreía con una fría mueca de baba muerta.

Abrió con calma la puerta que da a la oscura boca del ascensor; del llavero en forma de corazón con las letras J y D grabadas, retiró la llave de acceso al viejo edificio, la dejó sobre el drossier, guardó el llavero en su cartera y volviendo la mirada cerró sus pasos en mi cara.

El gato seguía callado, pero esta vez sus fríos ojos orbitaron una sorpresa, una consternación acéfala coma grado cuatro.

- Otra loca que olvidó que en el viejo edificio de la calle 22, nunca se montó el ascensor de servicio.


/Serie El gato en el perchero/

2 comentarios:

  1. Mejor que me lo expliques caro mio. Ya del titulo se manifiesta la muerte. Ella abre la puerta de tu depto, y luego del asombro del gato tu comentario póstumo, pero que diablos le sucedió a la huidiza. un abrazo

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  2. En mi intento por ser más fino en el final, quizás modifiqué la idea original. Cuando no existe ascensor tras una puerta que lleva hacia un supuesto, seguramente hay un hueco disponible.
    Ella bajó por allí, y no de manera correcta.
    Perdón por no ser tan claro. Intentaré de reparar el error.
    Un abrazo.

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