sábado, 25 de julio de 2009

Otra estupidez humana



Las noticias pintaban un ridículo estado de desesperación al temor a la despersonalización de algunos habitantes españoles; en cuanto a su fe y no fe religiosa. Unos por un lado publican una propaganda colectiva (pegada en colectivos) sobre la dudosa existencia de un dios y por lo tanto que la vida hay que vivirla y ya; por el otro la iglesia o quienes la representan en una contraofensiva de fe (ellos dicen que no lo es) también decidieron su propia campaña de apoyo a su dios profesando que la única manera de vivir es a la manera de él.

Hace un tiempo vengo presenciando situaciones parecidas a estas intolerantes campañas; donde ser o no creyente parece marcar un límite finito que determina la vida en el mundo, algo tan absurdo que raya en la estupidez humana.
Creyentes versus no creyentes, la vieja historia del mundo y por la que murió demasiada gente, incoherentemente si la consideración es que todos somos hijos de un dios único.
De buena fe tengo que aclarar que soy un no creyente practicante y totalmente en paz conmigo mismo. Las razones quizás a nadie le importe pero voy a hacer un pequeño resumen.
Los que pretendieron “enseñarme” (¿enseñarme?) a tener fe eran más hipócritas que un político de turno; los libros de fe me hablaban de represiones por no creer en él; las comadronas en las iglesias, las que se acostaban con el cura luego de misa, me pegaban coscorrones porque durante la misma solía divertirme mirando al monaguillo de turno sacándose los mocos con los dedos; la hipocresía de los que expiaban sus culpas con una miserable moneda a la madre adolescente que cargaba su niño en brazos en la puerta de la iglesia, por supuesto sin zapatillas y que luego de golpearse el pecho en mea culpa, salían despavoridos de la iglesia rumbo a sus nuevos pecados, total la próxima confesión limpiaría su conciencia para la reincidencia habitual y por supuesto; la indiferencia de mi padre que a golpes de alcohol desahogaba sus pecados con su esposa, mi madre.
Si hasta ese dios que dicen que existe consideró que nos hizo imperfectos por eso nos dio el derecho al libre albedrío y con esa enmienda espiaba sus culpas por su falibilidad; después de todo no era perfecto, si nos hizo a imagen y semejanza de él.

Nadie tiene la razón absoluta en este mundo, nadie tiene derechos a escudarse detrás de su verdad o su mentira y desprestigiar con agravios al otro; cada uno tiene derecho a ser quien quiere ser y a vivir como se la cante, mientras su vivir no moleste la salud ni la decencia de nadie.

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